La web de Ana Isabel Moran,
sobre "Los Secretos" y más

a. Buena chica 1. Continuará
b. Soy como dos 2. Adiós tristeza
c. Hoy no 3. La calle del olvido
d. Buscando 4. Enrique Urquijo y Los Problemas

a. Uhu Helicopter 1. Tos
b. Pikin' to beat the devil 2. Nacha Pop
c. Restos 3. J. Teixi Band
d. Mermelada 4. Gabinete Caligari
e. San José 5. Mamá
f. Tequila 6. Los Secretos
g. Rigor Mortis 7. Los Rodríguez
h. Comité Cisne 8. Revólver

a. Pero a tu lado 1. Mensaka
b. Hoy no 2. Báilame el agua

a. Tino di Geraldo 1. Flamenco lo serás tú ; Burlerías
b. Jackson Browne 2. Tex-Mex: Fiesta
c. Quique González 3. Personal
d. Steve Jordan 4. Old out

a. Steve Jordan 1. Batería
b. Nacho Lles 2. Bajo
c. Paco Beneyto 
d. Iñaki Conejero
e. Juanjo Ramos
f. Santi Fernández

a. Sandra Mihanovich 1. Cerrar los bares
b. Fabio Junior 2. Cambio de planes
c. Los Secretos 3. El Hospital
d. Enrique Urquijo y Los Problemas 4. Quiero beber hasta perder el control
e. Yellow Melodies 5. No me imagino

a. En el bar 1. Los Rodríguez
b. El último bar 2. Maná
c. Clavado en un bar 3. Tam Tam Go!
d. Copa rota 4. Los Secretos
e. Me pierdo por los bares 5. Mamá
f. El club del alcohol 6. Danza Invisible

a. Enrique 1. Ciencias de la Información
b. Javier 2. Medicina 
c. Álvaro 3. CC. Económicas

Hacia las 21h10 empieza el espectáculo con una versión de “Perlas ensangrentadas” (de Alaska y Dinarama), a 
cargo de la banda base y la Orquesta Sinfónica de RTVE; es la elegida a modo de obertura.
De las tres pantallas del fondo, en las dos laterales veremos imágenes de archivo representativas de la España de 
los años 80, en paralelo a los temas instrumentales. En esta primera entrega son del 23-F, la victoria electoral del 
PSOE en 1982… La pantalla del centro funciona principalmente como un cartel, con el nombre del concierto “La edad de 
oro del pop español”, sobre fondo amarillo.

Antes de nada, describo la banda de rock, de izquierda a derecha. En el extremo, el pianista argentino
Horacio Icasto (profesor en el Conservatorio de El Escorial; como Ana Curra, si no recuerdo mal). Junto a
él se sitúa el saxo, que creo que es Andreas Prittwitz (no pude entender el nombre que dio después Nacho
García Vega, al presentarlos. Lo conozco de los discos de Manolo García). Detrás, sentados, un chico y una
chica se ocupan de los coros: Pedro Sánchez y Cristina Narea. Al lado, el guitarrista de media melena rizada
y gris, se llama John Parsons. En el centro se colocan los distintos grupos invitados. Y a la derecha: otro
guitarrista rubio con perilla, rondando la treintena y que, en cambio, en la tele parecía tener como 15 años
más. (No sé su nombre, pero físicamente me recuerda al cantante de OBK). Al bajista, de negro, no lo
reconozco pero resulta ser el también productor Fernando Illán. Por último, aislado parcialmente tras
unas pantallas de cristal, lleva la batería nada menos que el asturiano Tino di Geraldo. Y, por supuesto,
detrás de todos ellos, tenemos a la orquesta de RTVE.


De vuelta a la gala, tras la primera instrumental, aparece GERMÁN COPPINI (la mitad de Golpes Bajos),
parco en palabras y vestido de traje negro. Al verlo me acuerdo de la imagen de marca de la moda gallega
(¿Adolfo Domínguez?). Con el mismo estilo sobrio, y más o menos distante, interpreta “Malos tiempos para
la lírica” y “No mires a los ojos de la gente”. Estos dos temas son la primera oportunidad para escuchar el
programa de pop-rock con acompañamiento clásico y me pregunto con cierto recelo si el resultado sonoro no
será un poco excesivo. Pero en apenas unos minutos mi oído se ha adaptado y el ensamblaje ya me parece
perfecto en todas las canciones. 


Tras los aplausos pertinentes al artista anterior, llega LA FRONTERA, con esa misma bienvenida del
público, aplicada a lo largo de la velada a todos los demás, tanto al entrar, como al acabar cada tema.
Ahora son Javier Andreu y Tony Marmota, el bajista. Javier, en traje negro de raya diplomática y camiseta,
llena enseguida el escenario con su presencia y su mirada: dos ojos como dos soles irradiando felicidad.
Talla y fuerza escénica. 
Ese mismo sentimiento lo van a reflejar casi todos los músicos invitados. Para mí es una diferencia
fundamental con otras actuaciones: en el Teatro Monumental la inmensa mayoría de ellos está
exultante, transmitiendo un sentimiento de profundo bienestar. Da la impresión de que lo viven como uno de
los conciertos más importantes de su carrera. La alegría les sale por los poros y esto me llegó
convertido en sonrisa plácida, la que tuve de oreja a oreja las dos horas que duró la gala.
Hay motivos de sobra: las notas de tantos instrumentos engarzados con armonía suenan a música
celestial y hacen sentirse como en una nube, sólo falta un coro de ángeles. El ágil juego de luces, suaves, realza 
aún más todos los estímulos que recibimos, difíciles de abarcar con sólo dos ojos. Unido a esto, el espectáculo 
fluye según lo previsto, sin pausas, con precisión de relojería suiza. 

Volviendo al concierto, en la voz poderosa de Javier Andreu suenan “El límite” y “Quién rompió el hechizo”; para 
ésta última se incorpora José Battaglio. El magnetismo de Javier se extiende mientras canta y sonríe con generosidad, 
moviéndose cómodo y pletórico en escena. En un momento de la canción en que ha de callarse porque está a punto de 
sonar rotunda la orquesta, mira al público con esos ojos enormes que subrayan, haciéndonos un gesto simpático: 
avisa de que a continuación, desde un lateral, va a estallar la música sinfónica con fuerza. Así es, al instante
llegan, de repente, unas cuantas notas contundentes. Repite el gesto hacia el otro lado, precediendo 
otra sacudida orquestal. Un ejemplo de que la música potente no es sólo patrimonio del rock.


MAMÁ

Turno para MAMÁ. José María Granados entra con gesto de satisfacción, acompañado por el bajista Carlos Rodríguez. 
Granados tiene un recuerdo para el desaparecido ex Mamá: Manolo Mené. Igualmente hará referencia a otro componente del 
grupo, que está sentado enfrente como público. 
Primero interpretan “Nada más” (inevitable pensar entonces en Enrique: por su versión los conocí) y “Chicas de colegio”. 
Mientras las oigo arropadas por la Sinfónica de RTVE me acuerdo, en contraste, de la mala suerte que tuvieron en los comienzos 
con los productores, a pesar de sus canciones enormes, según contaba Álvaro Urquijo. ¡Las vueltas que da la vida!
Para el segundo tema, Granados se anima aún más, se quita la chaqueta del traje gris que deja a la vista su camisa de 
rayas. Casi al final, acompañándole en los rápidos punteos, se agacha delante del guitarrista; postura más bien curiosa que 
hace sonreír al segundo (y también a mí). La chispa de Granados tiene poco que ver con la actitud de Carlos Rodríguez, que 
permanece circunspecto bajo su (nueva) melena.

Nada más acabar “Mamá”, se nos ofrece otro tema de forma instrumental: “Divina”, de Radio Futura.
Mientras, me fijo en las cámaras que graban el acto. Dos funcionan activadas a distancia: la aérea y otra
sobre carriles a pie de escenario. Por los lados de éste se mueven dos o tres a manos de parejas de
técnicos, mientras que la última avanza o retrocede por el pasillo central, según convenga. 


A las 21h50 saltan a escena Patacho Recio e Iñaki Fernández, de GLUTAMATO YE-YE. Iñaki, el vocalista, ha
engordado desde que los vi en el 25º aniversario del Pentagrama, en 2001. (Lleva una rara camiseta blanca
que me recuerda los viejos pijamas de felpa que usaba mi abuelo). Después de “Todos los negritos”, el
guitarrista Patacho cuenta que, dado que no es un tema políticamente muy correcto hoy en día, conviene
puntualizarlo en su descargo. Por eso, aparte del dinero que hemos pagado por la entrada, nos recomienda
que el lunes invirtamos contra el hambre en el mundo mediante alguna donación.
Siguen con “Hay un hombre en mi nevera”, de cuya letra a Iñaki, por más que lo intento, sólo consigo
entenderle el título. No puedo evitar una explicación automática: la técnica vocal de los englobados durante
la movida en las “hornadas irritantes” no ha cambiado desde entonces. De hecho, alguien del
anfiteatro pide ahora a Patacho que repita su nuevo comentario, porque no se ha oído bien.
(En el patio de butacas, yo estoy en el mismo caso).

Cambio de tercio. Como los interludios en música clásica, lo siguiente que tocan es ¡“El pistolero”!
(de Pistones), sin orquesta y con imágenes en pantalla de portadas de sus discos. Lo que no me
gusta es que las combinan con fotos de Mario Conde recibiendo el título de Doctor Honoris Causa. (Aunque,
bien pensado, su letra sí puede venirle al pelo).


LOS SECRETOS

En un instante han desaparecido todos los instrumentistas de la banda de rock, con lo que se quedan la pareja 
encargada de hacer los coros y la Orquesta Sinfónica de RTVE.
Dan las diez de la noche, con la sala a media luz, cuando entran un nuevo batería y otro teclista, ¡son Santi y Jesús! 
Pero el público no se da por aludido hasta que a continuación van saliendo Ramón, Álvaro y Juanjo; entonces suenan los 
aplausos, mientras cada uno de ellos se va colocando en su puesto: Ramón por esta vez ocupa un taburete. 

Si no recuerdo mal, es la primera vez que cambia de manos la batería, sólo manejada además por Tino di
Geraldo. No podía ser de otra manera, confirmado: con Los Secretos tenía que tocar Santi.
Sin abandonar el negro habitual, Ramón me parece el más elegante. Álvaro va igualmente de negro; y Jesús y
Santi, en tonos claros; adecuados para la ocasión. 
Juanjo, en cambio, repite su uniforme de camisa blanca y tejanos. No ha aprovechado el evento para comprobar
que hay vida más allá de los vaqueros. (Para muestra, sin ir más lejos: mi propio armario, donde no hay ninguno).

Antes de que empiecen, ocurre el único (y pequeño) contratiempo de la noche: algo pasa con la Gibson de
Álvaro. ¡Otra vez! Automáticamente me acuerdo de que le ocurrió una cosa parecida en el Vicente Calderón y
en Villalba, como si le persiguiera un gafe. Pero en esta ocasión, con este marco incomparable, no va a
hacer -está claro- su gesto de aviso simulando rasguear las cuerdas y ya me estoy riendo también esta vez.
Mientras un técnico le ayuda, él se disculpa ante el micrófono:
“De las dos, podía ser una o la otra” [posibilidad]. Si como se ha dicho en otra crónica, se confundió de
cable al enchufarlo a su guitarra; entonces con esas palabras, Álvaro se está refiriendo a que había dos,
no sabía cuál era el suyo y escogió el menos adecuado. (Me pregunto por qué no se lo han dejado preparado un
segundo antes, igual que hacen en la mayoría de sus conciertos). 
Los Secretos ya están a punto de empezar. Entonces, una chica del anfiteatro (sobre las butacas impares)
grita el nombre de Enrique; pasa un segundo de silencio valorativo y Álvaro –concentrado para su
tarea- levanta la mirada y asiente, agradecido, alzando el brazo hacia el cielo. (De la parte alta del
teatro no se vendieron entradas, así que suponemos que es la destinada a prensa e invitados).
Debutan con “Buena chica”, para la que Ramón emplea su eléctrica roja. Mientras toca y canta, los gestos de
Álvaro son la pura expresión de satisfacción y euforia, más o menos contenidas. 
Para seguir con “Ojos de gata”, los dos guitarristas se cambian a sendas acústicas. Álvaro comenta algo así como: 
Hoy, o un día parecido a hoy de hace 26 años, publicamos nuestro primer disco y todo ese tiempo transcurrido significa algo. 
Creo que soy objetiva al notar que, desde que Los Secretos están en el escenario, los aplausos del
público son más largos y efusivos que en las actuaciones precedentes. 
Para abordar “Déjame”, Álvaro toma la Rickenbacker. La estampa, como las anteriores, no deja de ser
insólita. Con los ojos bien abiertos, me digo: Los Secretos tocando el “Déjame” y ¿qué hace un señor
calvo detrás de Álvaro con una batuta? ¡Madre mía!, si viera esto Enrique… Lo está viendo. Es verdad que en
otros países estas colaboraciones musicales son frecuentes, pero aquí resultan más novedosas y lo veo
como una merecida y bien hermosa puesta de largo de nuestra música pop-rock más apreciada. Por
eso, a cada paso que te paras a pensar, sientes una cascada de emociones.
Cuando acaban, Álvaro, como hace siempre, manda su púa -de recuerdo- al público y da las gracias, entre
otros, a la Orquesta Filarmónica de RTVE (cosa que hasta entonces casi nadie ha hecho). 
Mientras resuenan los aplausos finales, él lo vive plenamente, se recrea -igual que Ramón- paseando la
mirada por el público, antes de despedirse con un gesto.

Es el denominador común de los músicos en esta noche. Como, además, el teatro es pequeño, resulta
una ceremonia muy familiar. A cada rato tengo la impresión de que cruzo mi mirada con la de los
artistas del escenario, parece como si casi cada uno de ellos nos saludara individualmente, agradeciéndonos
la asistencia y participación en una gala tan especial. Han sido apenas quince minutos, pero vividos
con mucha intensidad. Álvaro Urquijo y compañía han sonado de cine, grandiosos. Sólidos.
Por cierto, tiene poco que ver el audio de los reportajes que dieron en la tele (de los ensayos) con
el real del concierto, porque en los primeros se recogía el sonido ambiente y no el tomado en la mesa
(más completo y perfecto, claro).

A mí me ha tocado sentarme al lado de gente que –como si se tratase de un garito cualquiera o de
la ducha de su casa- canta los temas de Mamá o La Unión pero, por suerte, se callan durante los de Los
Secretos. Lo mejor es que cuando ellos se marchan, el tipo de mi derecha le dice a su mujer: “Siguen siendo buenos.” 
¡Vaya!, ahí estamos de acuerdo. Ya no me cae tan mal.
(En mi fila, por cierto, casi todos rondaban los 45 años, pero no era así en otras).

El plato siguiente en el variado menú es “Cuatro rosas”, de Gabinete Caligari, a cargo de la banda roquera de apoyo más la orquesta.


Acto seguido aparecen Luis Bolín, Mario Martínez y Rafa Sánchez: LA UNIÓN. Según las primeras palabras de
Rafa, esperan conseguir que la música nos acerque al paraíso. Rafa despliega su habitual simpatía sin
dejar de bailar por el escenario. De los tres es siempre quien más se ocupa de su aspecto. El
contrapunto con la indumentaria lo pone Mario: oculto tras gafas de sol y un sombrero tejano de dibujo
bien saturado, lleva vaqueros y una camiseta que ya le he visto en otros conciertos. Se ha esmerado en buscar
el contraste, con el que aporta la nota de color de la jornada.
Volviendo a lo estrictamente musical, es el momento de saborear el ritmo más delicado y tranquilo de
“Sildavia”, que casa perfectamente con el acompañamiento de la sinfónica. Como segundo plato nos sirven “Maracaibo”.
Rafa ya acusa en su cara el calor de la sala cuando presenta “Lobo hombre en París”: recuerda el éxito cosechado con este tema. 
Mientras la tocan, muy acertadamente se proyecta en pantalla su videoclip, una vuelta a la estética de las películas en blanco y
negro de los años 40 y 50. El protagonista es un jovencísimo Rafa Sánchez, con el aspecto del mejor galán de la época, que se 
mueve con elegancia por los bajos fondos.
Al menos en una de las canciones participa Lorenzo Azcona, el saxo de La Unión. (Aunque en la
gira más electrónica de 2006 no ha colaborado con ellos, sí lo he visto en otras recientes).
Con el consiguiente baño de aplausos, los de La Unión dan por concluida su actuación. Otro ejemplo
de la atmósfera tan positiva y entrañable que se respira es que al bajista, Luis (el ala-pívot de La
Unión) desde que ha llegado lo he visto tres veces saludar afablemente a conocidos suyos distribuidos por
el patio de butacas.
Alguna gente del público comenta por lo bajo que hace Calor. En manga corta, yo al menos no lo siento; por
eso al oírles pienso que ya me gustaría haberles visto, entonces, en la grabación de “Con cierto sentido” de Los Secretos, 
en El Álamo. Aquello fue calor y esto, en comparación, son sólo susceptibilidades. (Con ese día tengo, por otra parte,
para un capítulo entero en mi libro de memorias.)


NACHA POP

Son las 22h40 y la fiesta todavía continúa; la sucesión de estímulos no se detiene. Con la fluidez y
buen hacer de una perfecta organización, ahora es el momento de NACHA POP, encabezados por Antonio Vega. Su
presencia es acogida con una ovación cerrada, a la vez que parte del público se pone en pie. Las palmas se
prolongan generosamente más de lo habitual; es el merecido recibimiento a esta reaparición del grupo.
Antonio va vestido elegantemente para la ocasión, en blanco y negro; aunque se ha oscurecido su pelo gris y
esto le endurece, resalta las facciones, lo que no le favorece tanto.
Detrás, Nacho García Vega sale casi a propulsión, la de su energía y entusiasmo característicos. 
Sorprendida por lo jovencísimo que está, me fijo especialmente en Carlos Brooking -el bajista- como
buscando la explicación en sus ojos semiocultos bajo el flequillo. Le veo casi igual que en los discos de
hace años. ¡La naturaleza humana es admirable! (¿Habrá hecho un pacto con el diablo, como Ariel Rot?).


Desgranan su repertorio del día empezando por “Lucha de gigantes”: con la voz principal de Antonio y el apoyo en los coros 
de su primo. Al acabar, Nacho da las gracias por su trabajo a Adrian Leaper -director de la Orquesta de RTVE-, a los
arreglistas que han adaptado los temas y a los integrantes de la banda común, quienes más tiempo
llevan en escena. Aprovecha la ocasión para presentar a cada uno de estos últimos, que figuran
entre los más apreciados músicos de sesión de este país: Tino di Geraldo, Fernando Illán, John
Parsons, Horacio Icasto y otros nombres inaudibles desde mi asiento.
Prosiguen con “Grité una noche”, para la que los vocalistas se intercambian los papeles: ahora el protagonismo es 
para Nacho, con la segunda voz de Antonio. Además, ha cambiado el músico que lleva el saxofón. 

Nacho, siempre dicharachero, toma la palabra de nuevo para agradecer su labor a Sony-BMG (de donde partió la idea de la 
grabación) y al coproductor (con él mismo) Carlos Martos; nos lo señala, situado en un lateral del escenario. Más aplausos. 
Con la misma agilidad nos anuncia que “Chica de ayer” va a ser el último tema de la gala y que, si queremos,
podemos cantarlo y ponernos en pie. Dicho y hecho, las voces se van sumando a la vez que Antonio –como es
costumbre- nos deja en este punto el papel principal. 
Me da un poco de pena emborronar así ese sonido hasta ahora casi celestial. (Para mí es suficiente
haberlo cantado este año en el concierto de Caminos y en el de Tetuán).

Por lo que se había publicado antes del concierto, esperaba que como broche final, los artistas cantaran
juntos un tema, pero no es así. A cambio, salen ahora todos para despedir la fiesta de manera
colectiva. Los aplausos se alargan y suenan aún más si cabe, con la sensación de plenitud de los músicos que
abarrotan el escenario. Es un gustazo también para nosotros; me he sentido en la gloria. Pero, por
desgracia, el banquete, por hoy, se ha terminado. 

Como detalle, me habría gustado que al llegar nos hubieran dado un programa de mano, un recuerdo, 
al estilo de los recitales de clásica. Tengo, eso sí, la entrada en blanco y negro (que parecería una vulgar
fotocopia si no fuera por sus marcas brillantes, ideadas para dificultar la falsificación).

Llegados a este punto, me gustaría saber qué opina de cómo se ha cristalizado esta iniciativa, Fernando
Argenta (hijo del músico Ataúlfo Argenta y presentador desde hace años del programa “Clásicos populares” en
RNE-1. Hace unos tres años leí un artículo suyo en prensa, donde decía que la música pop es a la clásica
lo mismo que el cómic a la literatura. Me pareció elitista y lleno de prejuicios, pero, a la postre, el 
suyo es un punto de vista más dentro de la variedad de opiniones..

Escrito: MI, 26-7-2006
Crónica concierto Collado Villalba, Madrid, 21-7-2006 
de es.groups.yahoo.com/group/los-secretos/message/11812

Posiblemente alguien esté echando de menos mensajes en
la lista estos días en que apenas llegan.
Para rellenar ese vacío he escrito esta "brevísima"
crónica del concierto del viernes en Collado Villalba,
ciudad a media hora de Madrid, en la carretera de La
Coruña. Hacía muchos meses que no veía a Los Secretos
en directo, así que tenía muchas ganas, como veréis.

Llegué al lugar del concierto 35’ antes de la hora
prevista para el comienzo, las 12 de la noche. La cita
era en la Plaza de los Belgas, en forma de rectángulo
larguísimo y con el escenario en uno de sus extremos.
Los técnicos de iluminación nos entretuvieron la
espera con esporádicos juegos de luces, mientras sus
compañeros de sonido daban los últimos toques a las
guitarras y micrófonos. Poco después se pudo entrever
cómo llegaban los músicos, aparcando los coches detrás
del escenario, junto a los camerinos. Ya estábamos todos.

A las doce en punto subió a escena una portavoz
del Ayuntamiento de Collado Villalba para presentar al
grupo. Recordó que en 2005 cumplieron 25 años de
carrera profesional y en abril publicaron nuevo
disco. Se notaba que lo había preparado, se había
documentado; no eran las cuatro frases de rigor. Pero
la gente quería que empezara la actuación, así que no
se alargó mucho y enseguida dio paso a la banda.

Al instante aparecen Los Secretos entre un mar de
aplausos, mientras suena como fondo “Tan fácil”, el
tema instrumental de Ramón en el nuevo álbum. Lo
primero que hace Álvaro Urquijo es coger su Gibson y
agitar la mano derecha sobre las cuerdas, sin
rozarlas. Me da la risa automáticamente, porque es lo
mismo que hizo al salir a tocar en la Plaza de Toros
de Las Ventas el 17 de junio, la forma de decir a los
encargados que su guitarra no sonaba. Ahora habla con
su técnico y, ante sus palabras, tiene un gesto de
sorpresa; le habrá dicho algo así como que aún no han
puesto a punto su guitarra (¡!). 
Mientras se realizan las operaciones pendientes, Jesús
comenta: esto estaba preparado así.
A lo que Juanjo apostilla: es para crear un poco 
de tensión.
En apenas unos minutos el detalle está resuelto, tras
las exquisitas disculpas de Álvaro y compañía, siempre
muy preocupados de que todo salga perfecto.
Arranca la actuación pausadamente con “Y no amanece”
para continuar con el resto, presentadas casi siempre
con unas palabras de Álvaro. 
En el caso de “Nada para ti”, aclara: la letra está
dedicada a la gente chunga; no a vosotros.
Con “Sólo para mí” bromea: pero no significa que la
canción sea sólo para mi, eh!
Antes de “Nos quisimos sin querer”, Jesús abandona
el teclado y Juanjo lo presenta como “Jesús y su
acordeón”. Y Álvaro: no me gusta ese instrumento,
pero si lo coge es con la condición de que antes ha
de tocar la primera canción que aprendió con él.
Entonces teclea unos acordes de la vieja 
melodía “Los pajaritos”, de María Jesús.

Para tocar “Quiero beber…”, Álvaro comenta que es la
canción de Juanjo, porque acaba de ser padre, pero con
el título “Quiero bebé hasta que me haga 
perder el control”.
Y el bajista da las gracias a Laura, madre
De la niña y a su propio padre, “el comandante”, quien
hacía tiempo que no le iba a ver tocar y hoy ha ido.
Álvaro aclara que es cierto que su padre 
tiene ese rango militar.

Dedicatoria de Álvaro a su hermano Enrique, que está
presente en todos los conciertos, también desde hace
seis años. Todos aplaudimos. Empieza a sonar “Te he
echado de menos”.
En el primer cambio de guitarra de Álvaro, Juanjo
rellena esos segundos presentando a parte de la banda.
Y Álvaro, a los mandos del equipo, añade
que Juanjo siempre aprovecha para hablar cuando él
coloca la cejilla o está ocupado en alguna tarea.
Más adelante, Álvaro introduce una canción que tiene
muchos años y que, después de tanto tiempo, aún le
pone la piel de gallina. Para mi sorpresa, se refiere
a “Déjame”; el público reacciona automáticamente
con entusiasmo.
Entre tema y tema, Juanjo bebe de un vaso y nos dice:
es té con limón… ¿Queréis?... Pero sabe a whisky (!)
Juanjo es la alegría de la huerta, un filón de humor y
espontaneidad (para mi gusto, está desaprovechado). Y,
a la vez, por eso, es un termómetro: sube, baja la
temperatura y la mide.
Con “Ojos de perdida”, escenifica la letra
clavando la mirada en Jesús, quien tampoco le quita
ojo, frente a frente. Esto combinado
con movimientos rápidos por el escenario, y sus poses
de estilo medio heavy. En una de ellas se le suelta un
cable del bajo; Álvaro sonríe, señalándole con la
mirada el imprevisto. Y en el mismo instante ya
tenemos en el escenario a un técnico conectándole de
nuevo el cable. El chico estaba fumando y aparece sin
poder soltar el cigarro de los labios.
También Jesús y Juanjo, a ratos recargan sus baterías
de nicotina, con las manos ocupadas tocando.

Álvaro nos recuerda que fue un honor poder poner
música a la letra de Sabina, “Por el bulevar de los
sueños rotos”, que interpretan a continuación.
Llegado el momento de abordar “Pero a tu lado”, se
refiere de nuevo a la valía del público en la larga
trayectoria de Los Secretos. En cambio, la presenta
como “A tu lado”. Ahí está, pillado ‘in fraganti’! De
ahí derivan los errores posteriores en la prensa,
supongo.
Aunque al ver “A tu lado” en la lista de temas del
concierto en Galileo 2002, y luego en un artículo de
M. de la Fuente (ABC), pensé que era más bien cosa de
Cuatro Gatos. (El título de Álvaro suena más directo y
natural, más lógico y diáfano. También creo que es una
canción tan buena que se puede llamar como quiera).

Para mí, la principal novedad de este concierto
respecto a los últimos en los que estuve, ya hace
meses, es que Álvaro Urquijo se ha puesto las pilas:
habla más y es más expresivo. Deja de estar, la mayor
parte del tiempo, reconcentrado en las canciones y
ensimismado con la guitarra para acercarse ahora más
al público. Ha ganado en naturalidad y cercanía; y si
suelta alguna morcilla en las letras, es sólo un
ejemplo de esa frescura y proximidad que se palpan. Se
mueve más por el escenario, colocándose también en el
borde, frente a la gente; gira su guitarra; y con
Juanjo la lanza, al aire más veces. En dos
canciones aprovecha para hacer sus pinitos al bajo,
mientras Juanjo lo sostiene.
Ramón también ha aumentado en protagonismo: a medida
que avanza el concierto, cambia de
ubicación o hace coros al lado de los demás músicos
con mayor frecuencia que antes. En uno de los
nuevos temas sustituye su guitarra por otra
para añadirle nuevos sonidos en la parte final. Y,
como solía, toca durante un rato con la guitarra a la
espalda.

La velada se cierra con “Amiga mala suerte”, donde
Álvaro presenta a los miembros del grupo, más el
correspondiente solo de cada uno de ellos. Cuando
llega el turno de escuchar a Juanjo, Álvaro bromea
tapándose un oído. En elde Santi, añade: no por ser
el último, es menos importante; a la batería y
programaciones, Santi Fernández!
Por vez primera en la noche, pasa al primer plano,
ejecutando un torrente de sonidos metálicos con gran
gesto de satisfacción.
Pienso que también sería fácil sentirlo más presente
si, durante el concierto, algún músico se acercara
esporádicamente a tocar junto a él.
Mi anécdota destacada es cuando afloró EL PUNTO
FLAMENCO DE JESÚS.
En el solo de Santi, se levanta del teclado y se
marca unos pasitos discretos y acompasados,
a la vez que tira de los bordes de su
camisa hacia abajo. Álvaro le mira con cierta
extrañeza, y yo no paro de reírme.
Jesús estaba imitando a los flamencos en el fin de
fiesta por bulerías de sus recitales cuando, siguiendo
la tradición, salen todos a bailar. Entonces los
hombres, a falta de vestido, se agarran la ropa por
donde pueden, con humor, para acompañar la música.

En relación a la parte técnica, la iluminación tenía su
habitual estilo sencillo pero elegante: focos de luz
suave, a veces en blanco, otras combinando haces muy
finos de dos colores en contraste (verde, malva…). Me
gusta especialmente la imagen que consiguen cada vez
que se proyectan sólo tonos miel: crean un ambiente
muy cálido y agradable, relajante.
Otra cosa es cuando los músicos se vienen al borde del
escenario. Visualmente supone un contraste extraño
verles, de repente, convertidos en unos cuerpos que se
mueven en la sombra, a contraluz, con sólo la silueta
iluminada. Es una lástima que esa parte más efusiva,
de mayor contacto con la gente, quede literalmente
deslucida. Para esos casos se echa en falta un foco
frente al escenario.
A dar más luz sí contribuía en esta ocasión que tanto
Álvaro como Juanjo llevaban camisa blanca, y eso ayuda
mucho para hacer fotos en horas nocturnas. Por lo
dicho más arriba, para mí supone un inconveniente
cuando aparecen todos vestidos de
oscuro y, por el mismo motivo, Ramón me da poco juego,
ya que no llevo un flash exagerado y él siempre viste
de negro.
En cualquier caso, no puedo poneros las fotos en
Internet porque no tengo escáner, lo siento; otra vez
será.
El sonido es muy bueno, eso no es novedoso. Sabido es
que este aspecto siempre ha preocupado a Álvaro y
compañía; pero el caso contrario, sorprendentemente,
es frecuente entre artistas muy reconocidos. Y no
puedo evitar compararlo con el de otros grupos que me
gustan: tienen sus propias y estupendas cualidades
pero
pinchan en algo tan fundamental como el sonido; ahí se
quedan a años luz de Los Secretos. (Se da el caso
curioso de que, por ejemplo, si no te sabes la letra
de una canción, no te enteras de qué están diciendo).

Volviendo al repertorio del viernes en Villalba, las
joyas recuperadas esta vez son “Qué solo estás” y “No
me imagino”, además de “Sólo ha sido un sueño”, muy
destacable y que ya sonó en el Palacio de Congresos de
Madrid, en junio. Pero faltó de nuevo “Un poco de mi
voz”, y del penúltimo CD han escogido sólo una.
Añadir que el orden en que las interpretan resulta
efectivo. Después del comienzo suave con “Y no
amanece” pasan a temas tranquilos del nuevo disco,
para ir subiendo con los de más ritmo de ese álbum
(“Nos quisimos sin querer”…). Les siguen letras
conocidas por todos y, entre ellas van surgiendo las
puramente rockeras, más eléctricas y rápidas que las
anteriores (“Ojos de perdida”…). Cuando, más adelante,
unen “Déjame” y “Gracias por elegirme” (fuera de los
bises) ya da la impresión de que nos acercamos a la
traca final, por la velocidad y entusiasmo dentro y
fuera del escenario. Pero no, llevamos una hora de
fiesta y nos queda por delante casi otro tanto.

Cuando abandonan la escena por primera vez y después
de los dos bises, Álvaro lanza sus tres púas al
público -la segunda cae en el foso. En otro momento,
coge una prendida del micrófono, que le sirve de
reserva.
Tras “Sobre un vidrio mojado” cantado ‘a capella’ por
todos en primer planos, se despiden, no sin antes
haber dado las gracias de nuevo al
Público, a la localidad anfitriona de Villalba y a
cada uno de los técnicos de luces, sonido, manager…, a
los que citan por su nombre.
Hemos disfrutado durante una hora y cincuenta minutos
de una música exquisita, 23 canciones en total: mi
mejor concierto de 2006. No se puede pedir más, así
que me voy más ancha que larga y con ganas de contarlo
y ponerlo por escrito.
El próximo será en Playa América: tantos años
veraneando allí que si esta vez, además van Los
Secretos, tampoco puedo faltar.
Y como remate, de vuelta en Madrid, tomo el búho a la
Plaza de Cibeles y ¿qué empieza a sonar en la radio
del autobús?: la voz de Enrique cantando “Pero a tu
lado”, curiosamente a la altura de su barrio y cerca
de su casa. Cuando llego finalmente a la mía, resulta
que estoy físicamente bastante cerca de la nueva casa
de Enrique, casualidades de la vida y ... la “muerte”.

Éste es el repertorio de las 23 canciones:
- Tan fácil (la primera)
- Y no amanece (la segunda)
- Nada para ti
- Sólo para mí
- Nos vemos en abril
- Nos quisimos sin querer
- Ojos de perdida
- Déjame
- Gracias por elegirme
- Por el bulevar de los sueños rotos
- Buena chica
- Quiero beber hasta perder el control
- Pero a tu lado
- Agárrate a mí María
- Ojos de gata
- Sólo ha sido un sueño
- Qué solo estás
- Hoy no
- La calle del olvido
- Te he echado de menos
- No me imagino
- Amiga mala suerte (penúltima)
- Sobre un vidrio mojado (a capella; última)

Ana M.

Escrito: MA, 26-9-2006
Crónica concierto Playa América, Ayuntamiento de Nigrán, Pontevedra, 4-8-2006 
de es.groups.yahoo.com/group/los-secretos/message/11961

01. Tan fácil (grabada, no en directo)
02. Y no amanece
03. Sólo ha sido un sueño
04. Nada para ti
05. Nos vemos en abril
06. No me imagino
07. Pero a tu lado
08. Otra tarde
09. Quiero beber hasta perder el control
10. Ojos de gata
11. La calle del olvido
12. Colgado
13. Sólo para mí
14. Qué solo estás
15. Buena chica
16. Te he echado de menos (aquí Álvaro toma la Rickenbacker)
17. Por el bulevar de los sueños rotos
18. Déjame

Primer bis:
19. Agárrate a mí María
20. Ojos de perdida
21. Gracias por elegirme (unida a la anterior)

Segundo bis:
22. Amiga mala suerte
23. Sobre un vidrio mojado (a capella)

El concierto estaba programado para las 23h00, en el aparcamiento de Playa 
América (no en la Playa de las Américas canaria, como pone en la web oficial).
Situada al sur de la ría de Vigo, es la más grande de la zona. Lo usual es 
referirse al sitio por el nombre de esta playa, más que por el de Nigrán, ya
que Playa América se reparte entre tres pueblos distintos y precisamente 
Nigrán, cabecera del municipio, apenas tiene unos metros. En concreto, el 
aparcamiento está hacia Panjón (aunque por cuestión de unos metros pueda 
estar quizá en Nigrán, pero no lo creo).
Para llegar hasta ese punto -por la noche- resultaron útiles, a modo de faro 
orientador, unos focos del escenario que proyectaban luz suave hacia el cielo. 
Un buen detalle de iluminación.

En la espera antes de la actuación, veo que, a diferencia de Villalba, esta vez 
Los Secretos no van a poder ponerse al borde del escenario porque no les han
dejado espacio material.
Mirando hacia atrás me impresiona un poco ver a tanto
público, varios miles de personas de todas las edades,
en la arena, casi en la playa propiamente dicha. La
ubicación es perfecta para la gente, colocada enfrente
en un ligero desnivel que permite ver mejor el
escenario. A las once, los técnicos dan los últimos
retoques a los instrumentos:
primero prueban la batería y después revisan
micrófonos y guitarras. Respiro con alivio porque esto
significa que ya está el tema eléctrico a punto.
Cualquier imprevisto puede poner a prueba los nervios
de los artistas, en los momentos previos a una
actuación, justo cuando muchos reconocen que siguen
poniéndose tensos, incluso tras muchos años de experiencia.

Los Secretos saltan al escenario a las 23.15h, más
bien serios, con el fondo musical grabado de "Tan fácil".
Me sorprende agradablemente ver que
tanto Jesús como Juanjo y Álvaro llevan
camisa blanca, es decir, más luz para las fotos
nocturnas, lo que siempre es de agradecer
Álvaro comienza saludando al pueblo anfitrión. Hace
notar la temperatura tan agradable que tenemos,
ya que días atrás han soportado más de 40º.
(Otro tema son las cenizas que ya comenzaban a
llegarnos, procedentes de los incendios recién
empezados en Moaña y Cangas, en el norte de la ría de
Vigo. Entonces no sabíamos que eran los primeros de una larga serie).
Las canciones se van sucediendo, presentadas como
siempre por Álvaro Urquijo, al principio con menos
comentarios: gracias, Nigrán; gracias, Galicia.
“Pero a tu lado” llega sin presentación, así que no puedo decir 
si Álvaro daría en esta ocasión su título completo o abreviado.
En “Quiero beber hasta perder el control”, cuando él
la relaciona con la reciente paternidad de Juanjo,
éste añade que su hija nació o vive en Galicia.
Es en la segunda mitad de la actuación cuando Álvaro
se mueve más por el escenario. Se acerca varias veces
a tocar a Ramón para tocar, frota las cuerdas con las
de su eléctrica; o arroja la guitarra al aire, Juanjo. E incluso 
en una escapada al piano, le saca espontáneamente unos cuantos 
acordes, ante la sonrisa de Jesús.
Juanjo y Jesús pasean de vez en cuando la mirada sobre los 
espectadores de las primeras filas. Juanjo se fuma algún 
que otro cigarro.
Antes de tocar “Ojos de gata”, mientras Álvaro prepara
su Gibson, Juanjo suple el hueco improvisando un comentario: 
A estas alturas de concierto yo ya debería haber dicho
algo… Bueno, estoy preparando mi espectáculo para el año 2026…

Álvaro, inmerso en su tarea, siente al mismo tiempo la
necesidad de justificarse:
Es que uno tiene sus kilitos y con el sudor se me
desafina la guitarra. A veces, en estos casos, pongo a
Juanjo en un aprieto, cuando anuncio que va a contar
un chiste y no lo tiene a punto.

Con esta reacción de Álvaro -la primera parte- me
acordé automáticamente de otra suya del concierto en
homenaje a Enrique, celebrado el 2 de abril de 2001,
en el Teatro Coliseum de Madrid. Aquélla la conté aquí, por entonces: 

Justo a continuación Teo Cardalda (de Cómplices)
alaba la valía de Los Secretos diciendo que son tan buenos que “realmente
son un grupo gallego”. Se dispone a cantar “Y no
amanece”. Pero hay unos segundos de pausa, Álvaro se
gira dándonos la espalda; no sabemos la causa, pero
Teo sí. Como forma de llenar ese pequeño hueco, y
haciendo de la necesidad virtud, Teo lo pone en evidencia con guasa: 
Álvaro ha olvidado la cejilla. ¡Un aplauso para Álvaro!
Él, como un niño travieso descubierto en una falta,
responde con una excusa de modesto: [La cejilla] es un elemento 
imprescindible para los malos guitarristas como yo.

Y en cuanto a la segunda parte de sus palabras en
Playa América, también recuerdo que ha pasado eso. En
algún concierto nos ha dicho que Juanjo tenía algo
importante que contarnos más adelante; pero la
actuación seguía avanzando, y al final el aviso no se
cumplía (¡qué lástima, un chiste menos!).

En Nigrán empieza a sonar el siguiente tema, “La calle
del olvido”, y enseguida el bajista hace gestos a los
técnicos, de que la guitarra de Álvaro, que acaba de
cambiar a una acústica, no marcha bien. Sin embargo
él, muy profesional, aborda la canción entera sin
vacilar, (vamos, sin despeinarse) como si no pasara
nada y ajeno a los gestos de Juanjo, al que no ve
desde su posición más adelantada en el escenario. Al
acabar, eso sí, dice que se ha roto (¡) la guitarra.

Más tarde, explica que en “Sólo para mí” se
refiere a su hija, quien con dos años lo maltrataba
(literal) al llegar a casa, tras días de ausencia por las giras.
Del tema “Qué solo estás” también cuenta que Jesús fue
testigo de que cuando empezó a componerlo, se lo
rechazaron y sólo cuatro años después pudo publicarlo,
cuando por fin fue aceptado.
No falta la dedicatoria a Enrique antes de abordar “Te
he echado de menos”.
Para la gente en general, aclara que “Por el bulevar…”
no es una canción prestada, sino que se debe a que un
día sonó el teléfono en casa y era Sabina. Así tuvo la
suerte de poder crear la música para un texto suyo.
Como siempre, invita a todos a cantar el
estribillo y alaba esa participación con su: 
¡De puta madre, sois cojonudos!
Además, esta vez modifica un poco la letra, la
acerca al público cantando “me dejé el corazón por aquí…” 
Para presentar “Déjame”, dice que no es nada fácil de 
tocar y reta a hacerlo a quien quiera probar. Ramón
(sin micrófono) se acerca a hacer coros al de Juanjo,
que en ese momento lo ha dejado libre, coincidiendo
con uno de sus habituales desplazamientos en escena.

Al marcharse antes de los bises, Álvaro no se olvida
de lanzar su púa a los espectadores. Pero a la vuelta
se encuentran con que no se puede continuar porque
falta Jesús. Álvaro aclara que ha ido al baño.
Y cuando al instante reaparece, pone énfasis en esto
preguntándole dónde ha estado, a lo que contesta –con
gesto obediente- lo que todos ya sabemos. En este
punto su labor es imprescindible porque,
efectivamente, la canción siguiente es “Agárrate a mí
María”, que arranca con un tecleo a solas de don Jesús Redondo.

El fin del primer bis significa nueva púa para el
público, de manos de Álvaro. Ahora tiene un accesorio
portapúas colocado en el micrófono. (A quien quiera
conseguir una de ellas, le vendría bien llevarse
linterna; de lo contrario, es difícil encontrarlas).
Al regresar Los Secretos esta segunda vez, un grupo de
adolescentes entretienen la breve pausa cantando
(¿pidiendo?) “Déjame”. (Es un ejemplo más del tirón
generalizado que sigue teniendo).
Álvaro sonríe agradecido: Ésa la hemos tocado ya, ¿no?

Arriba, la actuación sigue ahora con “Amiga mala
suerte”, durante la que presenta a los músicos,
como es habitual. Primero Jesús: “A los teclados, piano, 
órgano, coros; perdiendo al mus, ¡Jesús Redondo!”.
Él hace su solo, pero acompañado por las palmas de
Juanjo y Álvaro. Esta vez el toque flamenquillo no es
de Jesús sino que, para mi sorpresa, lo pone Álvaro en
el palmeo final. Después es él quien toca en el bajo de su compañero.
Y continúa con las presentaciones:
“Tocando el bajo, haciendo coros, perdiendo al mus, ¡Juanjo Ramos!”
Él niega esto último con gestos,
manda un beso al público y prosigue con su solo en 
primer plano, aunque en la penumbra.
Llega el momento de Ramón en solitario, coronado por
unos minutos eléctricos con la guitarra a la espalda,
previamente colocada ahí por Álvaro, a la altura de sus 
hombros. Él lo ha introducido como “maestro de maestros…”
Luego, turno para Santi: 
“En la batería, programaciones, coros, aunque hoy no 
le hemos puesto micrófono”.
El ciclo se cierra cuando Jesús se refiere a Álvaro:
“En las guitarras, voz; perdiendo al mus…¡Álvaro
Urquijo!”, palabras que van seguidas de nuevos aplausos.

Comparando el repertorio con el de mi concierto
anterior, en Collado Villalba (21-7-2006), aparecen dos diferencias.
“Otra tarde” y “Colgado” sustituyen a “Hoy no” y 
–para mi sorpresa- “Nos quisimos sin
querer”, que también se cae de la lista.
Además, tocan ahora “Gracias por elegirme” enlazada
con “Ojos de perdida”, mientras que en Villalba iba
unida a otra también con mucho ritmo: “Déjame”.
También noto que la iluminación es a ratos más intensa 
(verde-azul-anaranjada…) que en Villalba, las luces de colores duran más.
Después, viendo las fotos que habéis enviado de
Llucmajor y Fortuna (Murcia), me sorprenden porque no
parecen de la misma gira. Contrasta la poca luz de
Llucmajor con los rojos fuertes y azules eléctricos
de Fortuna. Digamos que siguen un estilo ecléctico, irregular.
Volviendo a Playa América, para mi gusto, la
iluminación tenía errores de bulto. Lo más llamativo
es que Juanjo está castigado a la penumbra casi
permanente (Al menos así no pasa calor bajo los
focos). Y cuando él y Álvaro lanzan al aire sus
guitarras de forma espectacular, resulta que un vapor
denso y luces blancas tapan la imagen, no sé si
buscando un aire apocalíptico o por simple negligencia
de los técnicos.
Otro caso es en “Sobre un vidrio mojado”, en teoría
momento ideal para hacerles fotos a todos juntos en
primer plano, pero Ramón (vestido de negro) se coloca
en la franja que habitualmente ocupa Juanjo, es decir,
a media luz. Enfocando el objetivo de mi cámara y
visto el panorama, me pregunto 
con urgencia si debo quitar a Ramón del encuadre.
Respuesta: ¿pero cómo voy a hacer eso? Resultado en el
revelado en papel (sin Photoshop): su figura estropea
las tomas por falta de luz, está pidiendo unas
tijeras, pero (otra vez respuesta a la gallega) ¿cómo
voy a hacer eso? Diagnóstico: iluminación con faltas
de ortografía.

Una vez acabado el repertorio, Juanjo se acerca al
micrófono, mira al público y afirma, serio y rotundo:
“Galicia, calidade”. Repite así el lema publicitario
usado desde hace años para promocionar esta región.
Álvaro lo corrobora, puntualizando que el
bajista pasa la mitad del año en Galicia.
Dan la 1:10h de la madrugada cuando se acaban por esta
vez las casi dos horas de buena música.

Era fiesta también en Bayona la Real, el pueblo de al
lado, donde el año pasado tocaron Los Secretos por San Juan.
Y al día siguiente se celebraba en Nigrán la "III
Festa do chourizo, orella e sopas de burro cansado",
una de las muchísimas fiestas gastronómicas de Galicia
a lo largo del año. Por ejemplo, la "Festa da anguía"
(anguila) en Valga (Pontevedra), coincidiendo con la
actuación allí de Urquijo y compañía este verano.

Por último, a quien todavía no las haya visto, le
recomiendo –como hizo Assobe- que se pase por el foro
de la web oficial, de Alicia, www.los-secretos.net.
Ahí están puestas unas fotos buenísimas de este
concierto, aprovenchando la iluminación con toque de profesional.

Hasta la próxima,
Ana M.

http://www.nigran.es
http://www.nigran.org

((Fotos muy buenas del concierto de Nigran en
http://www.pbase.com/imagencientifica/secretos

ahi se ve la calidad de la fotografia, del fotografo,...))